martes, 16 de junio de 2009

Sobre el Voto Nulo

En México recientemente se ha dado un controvertido debate sobre las próximas elecciones del 5 de Julio, todo gira alrededor de la anulación del voto, como una forma de expresar el hartazgo hacia la clase política mexicana. Las reacciones han sido diversas, en el caso de los partidos y el propio IFE, evidentemente, ha sido un total rechazo hacia esta propuesta; por otro lado, el empresariado llama a votar, sin embargo, señala que dicha reacción es la falta de capacidad de la clase política por generar un acercamiento para con las demandas de la sociedad; diversos analistas han apoyado dicha propuesta; otros, llaman a votar; y los menos, a razonar cada vez más, el voto.

A pesar de estas posturas, sigue prevaleciendo la ausencia de un debate mucho más a fondo, y aún no logra realmente cimbrar a la clase política en México. En todo caso, si deseamos comprender cómo dicha propuesta ha logrado tener amplio apoyo, habría que revisar el interés de los electores por acudir a votar y, si la propuesta es positiva.

El sistema político que se inauguró con la muerte de Obregón, la creación del Partido Nacional Revolucionario, y finalmente el Partido Revolucionario Institucional (PRI), dio forma a un régimen político estable, que permitió a la vez concretar ciertos desarrollos económicos y sociales. A diferencia de otros países en Sudamérica, México logró tener una estabilidad política por casi setenta años. Es cierto, que el asesinato de Luis Donaldo Colosio y el alzamiento zapatista en 1994, desestabilizaron política y económicamente al país, aún así, no llevaron al país a un golpe de Estado.

La estabilidad política construida por el PRI, estuvo fincada en un alto costo, la democracia. México no fue un país democrático durante el sistema de gobierno generado por el PRI, en realidad nuestro país, carecía de esa experiencia, o de una experiencia a largo plazo, el gobierno democrático de Francisco I. Madero, apenas si duró unos meses. El grupo triunfante de la Revolución no se caracterizó por su liberalismo democrático, más bien, las prácticas fueron ampliamente antidemocráticas y autoritarias. Es cierto, que en el grupo triunfante de la Revolución mexicana, imperaba un anhelo de progreso y desarrollo, así como de la consolidación de un estado fuerte, frente al gran Goliat que tenemos de vecino, EU, sin embargo, concibieron el desarrollo y el progreso, como un destino otorgado a un determinado grupo, y que la sociedad mexicana jugaba un papel secundario.

A pesar de esto, un sector de la sociedad, en particular la clase media y trabajadora, dio batallas democráticas, por el lado electoral. José Vasconcelos se confrontó directamente contra ese monolito de poder que se estaba construyendo; los movimientos sindicalistas como el de los ferrocarrileros, fueron movimientos democráticos, en ese sistema corporativo que alimentaba y consolidaba a un régimen autoritario; el movimiento estudiantil del 68 significó el punto más álgido del deseo de una sociedad por democratizar el sistema político del país. Sin embargo, todos estos movimientos tuvieron una respuesta propia del régimen, fueron reprimidos.

La reacción violenta del régimen, de igual modo tuvo una reacción similar por ciertos sectores de la sociedad, tanto rurales como urbanos, decidieron que el único cambio de régimen, era el armado. A pesar de esto, un gran sector de la sociedad continuó por la vía pacífica y electoral. En cambio, las leyes electorales no propiciaban un sistema de partidos, y aún más los organismos o instituciones encargadas de organizar y realizar las elecciones estaban controladas por el propio gobierno. En 1977 como un intento de dar oxigeno al sistema político deslegitimado (ya que el único candidato para la presidencia fue José López Portillo) se hacen reformas electorales que logran el acceso a los partidos al sistema de gobierno, en especial el Congreso, al grado de que partidos como el Partido Comunista, logra algunas curules en la Cámara. Este parteaguas electoral da pie a otros de mayor envergadura que se concretarán, en particular, veinte años después.

El régimen siguió aferrandose al poder sobre cualquier resquicio, de tal manera que no dejó de haber fraudes en diferentes zonas del país, donde perdían candidatos del PRI. Sin embargo, la defensa pacífica del voto, en particular en el norte del país, obligó en determinados casos a reconocer la victoria de un candidato diferente al partido en el gobierno. Estos fueron antecedentes significativos para consolidar la convicción de que un régimen sólo podía ser democrático a través de las elecciones, así es que apesar de las limitantes en lo electoral, diferentes partidos siguieron apostando por esta vía, dado que veían que la sociedad respondía con igual actitud y entusiasmo por hacer todo lo posible por democratizar el país, al menos en lo político-electoral.

Un evento histórico precipitó cada vez más la necesidad de la población de la democratización del país. 1985 fue un año que marcó profundamente a la Ciudad de México y al país, porque no sólo cimbró los principales edificios de la ciudad, sino además abrió grietas en el sistema de gobierno. La ineficacia del gobierno de Miguel De la Madrid por atender el terremoto del 85 y la espontánea participación ciudadana frente al desastre, dejaron claro que una sociedad era capaz de organizarse por sí misma para hacer frente a una catastrofe de dicha magnitud, y si era capaz de eso, por qué no ser capaz de construir la democracia.

El Frente Democrático Nacional que logró unir al espectro político de la izquierda, intento dar una instauración necesaria de la alternancia en el poder y de la consolidación democrática. Dicho frente estaba encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general Lázaro Cárdenas y ex miembro del PRI, del cual decidió salirse junto con otros prominentes priístas por la falta de democratización hacia el interior del partido. Dicho Frente contó con el apoyo de numerosas organizaciones que se crearon a raíz del terremoto del 85 y del Consejo Estudiantil Universitario, que se creó a partir de la huelga del 87 en la Universidad Nacional Autónoma de México. Este Frente se convirtió en un movimiento democratizador.

No obstante, las elecciones del 6 de Julio significaron el desafio más importante para el PRI y el posibilidad más esperanzadora para inaugurar un proceso democrático institucional. El gobierno no supo asimilar dicha actitud de la sociedad y optó por retardar este proceso. Manuel Bartlett, Secretario de Gobernación, señalo literalmente que el sistema se había caido. En este caso se refería al sistema de computo de los votos. Finalmente, se terminó por otorgar la victoria a Carlos Salinas de Gortari, candidato del PRI. Dicho acto significó un agravio para una gran parte de la sociedad. De nuevo la democracia se seguia viendo como una amenaza a la permanencia del grupo en el poder.

Sin embargo, las experiencias del intento de democratización del sistema político mexicano se seguían acumulando así como eventos históricos; el levantamiento zapatista y la muerte de Luis Donaldo Colosio aceleraron este proceso; pero, de igual forma existía una actitud combativa de las organizaciones civiles y diferentes intelectuales. Después del asesinato de Colosio, se mostró claramente que el partido en el poder significaba ya un factor de desestabilización, y junto con la actitud activa de la sociedad civil se empezaron abrir espacios en terminos legislativos para la conformación de un sistema de partidos y el paso hacia la democracia.

En 1997 por fin se devuelven los derechos políticos a los habitantes de la Ciudad de México, de elegir un Jefe de Gobierno así como sus representantes en la Asamblea Legislativa. Y finalmente en el año 2000 se da la alternancia en el poder, el Partido Acción Nacional (PAN) logra ganar la presidencia de México.

Como hemos podido dar cuenta la sociedad civil, en particular la organizada, junto con diversos partidos políticos apostaron por la democratización del país a través de la vía pacífica y electoral. Sin duda, lo lograron, quizás no como lo hubieran deseado del todo, pero por fin pudo romperse el monolito del poder y se dio paso a la posibilidad de elegir libremente.

No obstante, el arribo al poder del PAN al gobierno, no pudo concretar de forma más profunda los anhelos democráticos del país, las grandes agendas como la pobreza, el desarrollo, la educación, la seguridad, etc., quedaron al margen y sólo observamos un presidente Vicente Fox abúlico y un acrencetamiento de los poderes fácticos.

Sin embargo, el punto de quiebre que dio un fuerte golpe a la credibilidad de la ingeniera institucional democrática fueron las elecciones del 2006. Por un lado, el candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador mostró una actitud despectiva hacia las instituciones. Por otro lado, dichas instituciones tampoco supieron actuar de acuerdo al propio momento que se estaba viviendo. La sospecha que se sembró sobre un fraude en estas elecciones orilló a un desencanto de las instituciones creadas para la democratización del país y a una creencia en un sector de la población, que de nuevo la vía electoral no lograba ser el camino para el ascenso al poder.

Es cierto que desde el 2000, disminuyó el número de votantes con respecto a 1997 y este siguió disminuyendo conforme avanzaban los años, pero lo más crítico es que de nuevo se volvió a desconfiar de las instituciones que conformarían el nuevo aparato democrático del Estado, y que le darían fortaleza y legitimidad a través de la sociedad. Otro factor importante es que a diferencia del PRI que logró mantener un amplio apoyo social a través de un desarrollo económico y social por algunas décadas a pesar de la falta de democracia, el PAN en todo caso no fue capaz de esto.

Otro factor importante es que se incremento un desprestigio generalizado hacia los partidos políticos por su impericia para poder representar realmente a la sociedad. Pero, esto estuvo auspiciado , en parte, por los poderes fácticos, en particular, los medios de comunicación. Es importante hacer incapié en cómo, desde los grandes medios de comunicación electrónicos, se inició una campaña de desprestigio, en especial, a partir del revés de la Corte Suprema de Justicia de la Nación contra la ley Televisa, así como de la reciente reforma electoral donde se suprimió el gran negocio de los medios de comunicación electrónicos, particularmente, de las dos grandes televisoras TV Azteca y Televisa; esta reforma electoral enfureció a este sector, así como un grupo de intelectuales, en cierto modo muy ligados a estas dos empresas, que llamaron a esto "un atentado contra la libertad de expresión".

Lo que es cierto es que aunado a la incapacidad de los principales partidos por dar respuesta a la crisis económica, la corrupción de estos y el desprestigio desde los medios de comunicación: el descrédito de la clase política en México, es un hecho. Reconstruirse así mismos llevara probablemente un mirarse hacia dentro y repensarse hacia fuera, lo que, probablemente, no será rápido.

Sin embargo, el punto nodal me parece que si ¿todo esto, merece que nosotros respondamos con un voto nulo, como una forma de protesta social frente a la actuación de la clase política en nuestro país?

El voto nulo, es reactivo, más que activo, porque representa una respuesta resignada frente a un imposible. El voto nulo, puede llamar la atención de diferentes sectores, pero sólo de manera temporal. Los poderes elegidos en las urnas, así sea por la mínima votación, seguirán funcionando. Aún no existe una legislación que nos permita llamar a una segunda o tercera vuelta, según sea el caso, si no existen determinados números de votos que legitimen las elecciones.

Asimismo, el voto nulo, sólo impacta en un sector de la sociedad que generalmente participa en las elecciones y que además racionaliza, en cierta medida, la elección que hará en la votación. Aunado a esto, las elecciones intermedias, para la elección de diputados locales y federales, no tienen una valoración para el electorado, comparada con las elecciones presidenciales. Esto puede explicarse, en parte, por el sistema presidencialista que privó por mucho tiempo, y que en cierta medida sigue vigente. Por lo tanto, el electorado aún no ha podido palpar de manera más clara, el peso que tiene el Congreso, en la dirección que el país puede tomar.

Estas elecciones intermedias, han tenido un elemento común, la abstención. Por otro lado, generalmente asisten a las urnas la bases y militantes de los diferentes partidos. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la proporción de la militancia partidista define estas elecciones. No es de extrañar, que las elecciones del 2003, las ganara el PRI y que las estadísticas anuncien que las elecciones de este año, se las lleve de nuevo este partido.

Es cierto, que esto también se debe al desencanto de las opciones que se gestaron como alternativa al PRI. Tanto el PAN como el PRD, no se han podido consolidar como una alternativa real, a la forma de gobierno de los priístas. Los mismos vicios del régimen anterior han permeado en estos partidos, ahora que han pasado de ser oposición a ser gobierno.

Sin embargo, antes de caer en una decisión resignada, producto de un análisis simplista, habría que analizar el poder real que tiene el Congreso, tanto a nivel federal como a niveles locales. El marco legal, el presupuesto de egresos e ingresos, la asignación de recursos, la profundización de la reforma del Estado, el combate a la pobreza, la transparencia, la rendición de cuentas, etc., ineludiblemente pasan por el Congreso.

Desdeñar uno de los poderes con mayor poder, puede significar, disminuir en gran medida los cambios y reformas que pueden hacerse desde el Congreso. Una oposición real, que sirva de contrapeso a un poder presidencial -con herencias autoritarias del pasado régimen-, puede dar paso a cambios graduales pero necesarios para el país. Desde mi postura no condeno el voto nulo, me parece que ha dado un paso decisivo para el debate sobre la relación entre la clase política y la sociedad. Más bien, apelo a una reflexión más profunda sobre la decisión que tomaremos en las urnas, y a la construcción de una sociedad cada vez más informada a la hora de decidir y, con una estima profunda por la democracia.

Bienvenido el debate, repensemos la elección...